El tejido simbólico en el Cid  

Posted by Verónica Barchiesi in


PRÓLOGO

El presente trabajo es una apuesta al placer de leer el Poema de Mio Cid más que intentar una crítica que lo manipule como un objeto rigurosamente intelectual. Es una invitación a realizar un viaje imaginario como única posibilidad de contemplar cada escena narrada por ese juglar desconocido (¿acaso dos?) cuya voz (voces) ha quedado inmortalizada en el manuscrito que Per Abat escribiera en el año 1207. No hace falta entrar en trance, basta con leer lentamente cada verso y dejarse llevar cual si la telepatía anulara esa distancia espacio-temporal que nos separa.

Debo advertir que no habrá paradas forzosas que intenten analizar cuestiones sobre la autoría, pues cuando uno contempla un paisaje natural y queda extasiado por su belleza no debería interrumpir ese momento para indagar si se trata de una creación divina o del choque de dos estrellas. Tampoco me ocuparé de identificar rutas, nombres y hechos para buscarlos en un manual de historia y así probar (o no) si el Poema de Mio Cid es un documento histórico; mucho se ha dicho al respecto y a mi entender este Poema es una fábula heroica versificada en el sentido aristotélico, es una imitación poética de una acción histórica; lo cual es excelente para mi  objetivo que no es otra cosa que experimentar el placer de este ejemplar de la literatura medieval.

Mi interés recae sobre algunos simbolismos que se tejen y entretejen para dar forma acabada al mayor simbolismo representativo de esta obra: la exaltación de las virtudes castellanas reunidas  en  la figura admirable de Don Rodrigo Díaz de Vivar, en el viaje de recuperación de su honra.

La obra entera se construye sobre lo simbólico para dotarla de unicidad. El destierro simboliza la deshonra económica, social y moral, que será recuperada paulatinamente a través de luchas y conquistas; y cuando todo pareciera restaurado, otra vez la deshonra – esta vez familiar – pondrá en marcha acciones para el restablecimiento del honor de sus hijas y así una culminación que ubica al Cid en el estrato social más alto por emparentarse con los reyes.  Si escogí lo simbólico, es porque durante mi lectura medité casi inconscientemente en lo que esta historia representaba; un viaje repleto de hazañas y conquistas con el fin de recuperar el honor, pero con la particularidad de que el Cid era una gran persona sin poderes sobrenaturales, sin dioses que lo manipularan, y sin sed de venganza. Lo grandioso y digno de admirar de Mio Cid es precisamente su conducta en diferentes aspectos: su hablar mesurado en tanto prudencia, su lealtad al rey a pesar de su injusticia, su valentía y coraje, su religiosidad, su amor de padre y esposo, su generosidad para con sus vasallos. Un verdadero héroe de carne y huesos, y además, castellano; lo cual no es un detalle menor.

                He aquí el itinerario. El punto de partida será lo que está dotado de autenticidad, lo heredado gracias a la labor del copista. Nos detendremos juntos  a contemplar esta escena que tan magistralmente  nos guía en un viaje lleno de hazañas salpicadas de tintes simbólicos.


De los sos ojos | tan fuertemientre llorando
tornava la cabeça | i estávalos catando.
Vio puertas abiertas | e uços sin cañados,
alcándaras vazias | sin pielles e sin mantos
e sin falcones e sin adtores mudados.

Sospiro mió Çid, | ca mucho avié grandes cuidados.
Fabló mio Çid | bien e tan mesurado:
«¡Grado a ti, señor, padre | que estás en alto!
¡Esto me an buolto | mios enemigos malos!»
               

¿Lo están viendo? Ahí está Ruy Díaz de Vivar. Observen sus ojos derramando lágrimas “tan fuertemientre”. Llora en silencio y a la vez mira aquello que ya no está, lo que ya no tiene, pues ha sido desposeído de todos sus bienes. Ahora “sientan” su pena que emana en un suspiro y en su forma mesurada de hablar (muy a pesar de todo…). Mio Cid llora como un hombre y habla como un héroe. Allí, abatido, despojado de todo, desterrado por su rey, llorando y viendo su propia deshonra, habla con la mesura y resignación propia de un cristiano.
Estamos frente a una escena casi cinematográfica que a manera de “prólogo insinuatorio” nos atrapa y nos provoca pena, impotencia, a la vez que admiración por la actitud de Ruy Díaz.  Se trata de una  escena conmovedora que, sin lugar a dudas, simboliza la humanidad heroica del personaje principal y al mismo tiempo, la causa – la deshonra del Cid -  que pondrá en marcha las sucesivas acciones de esta historia hasta que llegue el verso:

oy los Reyes de España | sos parientes son,
a todos alcanza ondra |por el que en buena ora nació”

En nuestro recorrido de lectura nos detendremos en un análisis textual de los epítetos para ver cómo éstos quedan indisolublemente ligados a la figura heroica del personaje principal.  Pareciera que el Cid hubiera estado predestinado a ser el símbolo nacional de Castilla: Rodrigo (hrod = fama y ric = poderoso, rico), y si a esto le sumamos la cantidad enorme de epítetos que lo califican a lo largo del poema, notaremos la manera en que se construye ante nuestros ojos una figura admirable; más todavía si prestamos especial atención a la significación de Mio Cid (mi señor) que lo convierte en un personaje casi familiar y representativo de la sociedad medieval castellana.

Otro elemento simbólico siempre presente y notable en este camino de lo simbólico, es la indudable religiosidad del Cid. Religiosidad como virtud, aclaro, pues mi lectura no intenta detenerse en la cuestión discutida por quienes la interpretan de cruzada religiosa. Es mucho más enriquecedora la manera en que el poema edifica la imagen de caballero ideal, valiente, mesurado y dispuesto para el combate, sin olvidar por un solo instante que es un cristiano y como tal se debe a Dios.  Son muchos los ejemplos que se pueden leer,  de hecho, atenderemos a algunos que me parecen significativos como cuando el Cid es desterrado y acepta, con resignación religiosa la decisión del rey, o cuando el Cid antes de salir a combate para recuperar Valencia dice:

 “ir los hemos fferir, - non passara por al
 en el nombre del Criador – e d´apostol santi Yague.”

No menos importante será detenernos en aquello que todo hombre medieval, valiente y luchador como este “Cid Campeador” debe tener como símbolo de caballero. Son sus armas y su caballo lo que honra a un buen guerrero; sin embargo, nuestro Cid salió de Castilla sin nada (deshonrado en todo sentido),  de modo que la obtención de las espadas Tizona y Colada y la ganancia en batalla de su caballo formidable (que no podía ser de otra manera) simbolizan el proceso de recupero de ese honor quitado por la injusticia del rey Alfonso.  ¿Y qué simbolismo encierran dos espadas como Colada y Tizona? No se trata de objetos singulares, son elementos imprescindibles para las ganancias del Cid en batalla y además no son mencionadas como simples armas sino que reciben tratamiento de personaje. Más todavía si nos introducimos en la escena del juicio a los Infantes de Carrión, en donde queda en evidencia la necesidad del recupero de las espadas como símbolo de la disolución del vínculo familiar y el recupero de la honra. Vale la pena entonces detenernos en la significación simbólica que estas armas traen consigo.

Otra escena curiosa que no podemos dejar de visitar es la del León; digo curiosa porque pareciera de inclusión forzada; sin embargo, introduce en la historia un desequilibrio de status de la mano del valor. Los infantes de Carrión que socialmente están en el estrato social por encima del Cid, quedan frente a este episodio no sólo en ridículo sino en condición de inferioridad y deshonra por su acto de cobardía. Episodio fantástico si se quiere, pero necesario para destacar una vez más la valentía del Cid y como antecedente de lo que será la Afrenta de Corpes.

Ya casi llegando al final de esta propuesta, quisiera analizar la exaltación de otra virtud digna de un buen castellano: la masculinidad. Si desde que iniciamos viaje con lo humano y heroico marcado por la mesura, la valentía y atributos como la religiosidad, también veremos en esa larga barba muy cuidada, el símbolo de virilidad, poder y hora. Analizaremos cómo recurrentemente se hace mención a la barba, cómo El Cid se deja crecer la barba como símbolo de honor y cómo el asir la barba del enemigo resulta una falta gravísima; además seremos testigos del enfrentamiento entre el Cid y Garci Ordóñez para poder comprender la significación de este símbolo corporizado en una “barba tan complida” y que, como dirá Mio Cid “por esso es luenga - que a delicio fo criada”.

                Como se ve, la lectura que propongo es acotada en relación con las múltiples lecturas que se pueden hacer de este poema. Y si bien se ha dicho mucho, muchísimo sobre esta obra épica en diferentes aspectos y cuestiones, creo que lo único valioso es poder sumergirnos en una lectura del placer; una lectura que aunque nos obligue a “levantar la cabeza” en muchos lugares, nos permita deleitarnos por las formas en que las palabras se reúnen de maneras diferentes, para así transportarnos a contemplar vívidamente una historia marcada por la peripecia.

Finalmente, prometo un recorrido placentero, aunque siguiendo un camino de mi elección; sin embargo, ustedes podrán elegir libremente el andar otros. Después de todo, el Poema de Mio Cid también es vuestro…



Verónica A. G. Barchiesi

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1 comentarios

Anónimo  
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19 de febrero de 2010, 20:41

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